Carta de un hijo desaparecido
Por Elvira Mayo
Querida mamá:
Hace mucho tiempo que quería escribirte esta carta pero esperaba encontrar las palabras justas para que comprendieras lo que necesito decirte.
Estoy muy bien aquí. Este es un lugar indescriptible por su belleza. Los pájaros no huyen de mí, por el contrario, se posan mansamente en mis manos porque no saben de jaulas y de armas.
Aquí no hay noches de encapuchados y autos verdes, ni días de bombos y estandartes rojos. No hay colores que nos separen y no conocemos el olor a la sangre y a la pólvora. No hay botas ni ponchos. A nadie se le prohibe expresarse, pero no hay necesidad de hacerlo porque todos sabemos y respetamos lo que quiere el otro. No tenemos rejas ni llaves, no existe el tiempo ni el dinero.
Mamá quiero que sepas que no vivo en la pobreza por la falta de tantas cosas a las que estaba acostumbrado a tener cuando vivíamos juntos.
Sé que es difícil de entender que te diga que estoy bien, cuando sé lo que has sufrido por mi ausencia. Sé de tu dolor de cada día sin regreso, de tu regazo vacío, de tus deseos de caricias sobre tus primeras canas, de la angustia de ver mi cuarto con la cama sin deshacer. Sé que todo está intacto allí, mis juguetes, mis libros, mis discos, mis fotos. Te sentías tan orgullosa de mí porque aquel año terminaría mi secundaria para comenzar la carrera de arquitectura.
Mamá aún así, debo decirte que aunque me extrañes, no voy a volver. Quiero que me recuerdes pero que no me llores, porque eso sí me pone triste. Me enseñaste desde chico a ser fuerte y valiente y por sobre todo a ser fiel a mis ideales, entonces, no me llores.
Te pido que ayudes a todas las madres que han vivido la misma cruz. Invítalas a construir en la paz, a hacer del dolor un aprendizaje, a perdonar a los monstruos que nos usaron de escudo en el campo de batalla. Enséñales a comprender que desde el rencor no se cosechan frutos, sino que se siembra más odio.
Mamá vos podés ser la arquitecta de un mañana sin lágrimas, sin censuras ni prisiones.
¡Si supieras qué bien estoy aquí!.. Cuando llegué me despojaron de mis ropas ensangrentadas y me vistieron con el traje de la libertad que solo da el Bien eterno. Sin el sufrimiento no hubiese conocido el Amor absoluto.
No te pido que vengas pronto, deja que te traigan. Naciste como todos para cumplir una misión y como aquí no existe el ayer, el hoy o el mañana, te estaré esperando siempre.
Besos de tu hijo que te amó desde el ideal y hoy te ama desde la sabiduría que da Dios.
N.N.
Querida mamá:
Hace mucho tiempo que quería escribirte esta carta pero esperaba encontrar las palabras justas para que comprendieras lo que necesito decirte.
Estoy muy bien aquí. Este es un lugar indescriptible por su belleza. Los pájaros no huyen de mí, por el contrario, se posan mansamente en mis manos porque no saben de jaulas y de armas.
Aquí no hay noches de encapuchados y autos verdes, ni días de bombos y estandartes rojos. No hay colores que nos separen y no conocemos el olor a la sangre y a la pólvora. No hay botas ni ponchos. A nadie se le prohibe expresarse, pero no hay necesidad de hacerlo porque todos sabemos y respetamos lo que quiere el otro. No tenemos rejas ni llaves, no existe el tiempo ni el dinero.
Mamá quiero que sepas que no vivo en la pobreza por la falta de tantas cosas a las que estaba acostumbrado a tener cuando vivíamos juntos.
Sé que es difícil de entender que te diga que estoy bien, cuando sé lo que has sufrido por mi ausencia. Sé de tu dolor de cada día sin regreso, de tu regazo vacío, de tus deseos de caricias sobre tus primeras canas, de la angustia de ver mi cuarto con la cama sin deshacer. Sé que todo está intacto allí, mis juguetes, mis libros, mis discos, mis fotos. Te sentías tan orgullosa de mí porque aquel año terminaría mi secundaria para comenzar la carrera de arquitectura.
Mamá aún así, debo decirte que aunque me extrañes, no voy a volver. Quiero que me recuerdes pero que no me llores, porque eso sí me pone triste. Me enseñaste desde chico a ser fuerte y valiente y por sobre todo a ser fiel a mis ideales, entonces, no me llores.
Te pido que ayudes a todas las madres que han vivido la misma cruz. Invítalas a construir en la paz, a hacer del dolor un aprendizaje, a perdonar a los monstruos que nos usaron de escudo en el campo de batalla. Enséñales a comprender que desde el rencor no se cosechan frutos, sino que se siembra más odio.
Mamá vos podés ser la arquitecta de un mañana sin lágrimas, sin censuras ni prisiones.
¡Si supieras qué bien estoy aquí!.. Cuando llegué me despojaron de mis ropas ensangrentadas y me vistieron con el traje de la libertad que solo da el Bien eterno. Sin el sufrimiento no hubiese conocido el Amor absoluto.
No te pido que vengas pronto, deja que te traigan. Naciste como todos para cumplir una misión y como aquí no existe el ayer, el hoy o el mañana, te estaré esperando siempre.
Besos de tu hijo que te amó desde el ideal y hoy te ama desde la sabiduría que da Dios.
N.N.
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