Circulos
Por Pilar Arroche.
“¿Le gusta ser modelo? ¡No! ¡Carajo!”- pensaba Esteban cuando veía a Catalina feliz con los flashes de la cámara de su padre. El gatillaba pero su mente con cada clic se iba más lejos, ya no importaba si su cámara hacia foco en el objetivo. Sólo una palabra aparecía en su cabeza: “¡NO!”.
Catalina ansiosa por sacarse fotos e inventar poses nuevas decía:” ¡Dale, papi!”, en su particular idioma mezcla de chino y castellano. Pero Esteban no escuchaba, o mejor dicho, los sonidos se hacían cada vez más lejanos. Empezaron a aparecer imágenes en su cabeza, como una proyección de diapositivas futuras que él no podía dominar. “Empezara llevando fotos a las agencias de esos proxenetas de traje Valentino, hasta que alguno de esos viejos babosos captará la belleza de mi hija. Ella, cada vez más presionada a alcanzar los requerimientos estipulados vaya a saber por quién, dejará de comer como debe, empezará a ir a esos eventos marketineros y empresarios amorales tentarán su cuerpo con miles de pesos. Le ofrecerán todo tipo de pociones “mágicas” para evitar sentir hambre y estar siempre dispuesta a asistir a esas fiestitas de muestra de ganado femenino. Caerá indefectiblemente a los mandatos del sistema; cada vez me escuchará menos y cada vez más seré el viejo boludo que no entiende nada de nada.”
El sólo hecho de pensar en todas esas cosas provocaba sudor frío en su cuerpo. La miraba y, cada vez más, veía en ella la encarnación misma del pecado. “¿Cómo salvaré a mi hija?”- una y otra vez aparecía como un cartel luminoso en su mente. Hacía terribles esfuerzos por volver a la escena familiar, a casa; pero su cabeza estaba allá, en lo que él creía que sería el destino de Catalina. Aunque parezca exagerado él empezó a ver en ella una mezcla de vida y muerte.
De repente escucha un murmullo lejano: “Dale Esteban, ¡apurate que llegamos tarde!”. Era Sandra, la cómplice de la existencia de Catalina: “Dejà esa cámara y vamos…llegamos tarde para el evento”. Entonces Esteban guardó su cámara, hizo upa a Catalina y con cierto gesto de preocupación tomó las llaves de su AUDI 0km. que la firma le regaló por la eficiencia en la organización del lanzamiento de su último modelo en el mercado.
“¿Le gusta ser modelo? ¡No! ¡Carajo!”- pensaba Esteban cuando veía a Catalina feliz con los flashes de la cámara de su padre. El gatillaba pero su mente con cada clic se iba más lejos, ya no importaba si su cámara hacia foco en el objetivo. Sólo una palabra aparecía en su cabeza: “¡NO!”.
Catalina ansiosa por sacarse fotos e inventar poses nuevas decía:” ¡Dale, papi!”, en su particular idioma mezcla de chino y castellano. Pero Esteban no escuchaba, o mejor dicho, los sonidos se hacían cada vez más lejanos. Empezaron a aparecer imágenes en su cabeza, como una proyección de diapositivas futuras que él no podía dominar. “Empezara llevando fotos a las agencias de esos proxenetas de traje Valentino, hasta que alguno de esos viejos babosos captará la belleza de mi hija. Ella, cada vez más presionada a alcanzar los requerimientos estipulados vaya a saber por quién, dejará de comer como debe, empezará a ir a esos eventos marketineros y empresarios amorales tentarán su cuerpo con miles de pesos. Le ofrecerán todo tipo de pociones “mágicas” para evitar sentir hambre y estar siempre dispuesta a asistir a esas fiestitas de muestra de ganado femenino. Caerá indefectiblemente a los mandatos del sistema; cada vez me escuchará menos y cada vez más seré el viejo boludo que no entiende nada de nada.”
El sólo hecho de pensar en todas esas cosas provocaba sudor frío en su cuerpo. La miraba y, cada vez más, veía en ella la encarnación misma del pecado. “¿Cómo salvaré a mi hija?”- una y otra vez aparecía como un cartel luminoso en su mente. Hacía terribles esfuerzos por volver a la escena familiar, a casa; pero su cabeza estaba allá, en lo que él creía que sería el destino de Catalina. Aunque parezca exagerado él empezó a ver en ella una mezcla de vida y muerte.
De repente escucha un murmullo lejano: “Dale Esteban, ¡apurate que llegamos tarde!”. Era Sandra, la cómplice de la existencia de Catalina: “Dejà esa cámara y vamos…llegamos tarde para el evento”. Entonces Esteban guardó su cámara, hizo upa a Catalina y con cierto gesto de preocupación tomó las llaves de su AUDI 0km. que la firma le regaló por la eficiencia en la organización del lanzamiento de su último modelo en el mercado.