28.8.06

Detesto el llanto

Por Mariana Pisani


Me repugnan los niños envueltos.
Su llanto irrita mi piel.
Cuando duermen no soporto su tranquilidad.
Mientras, ellos sueñan con mundos multicolores
yo los acuno con arrullos de tortura,
tejo y destejo aterradores castigos:
rociar su mamadera con venenos letales,
o hundir una daga en el pequeño cofre de sus sentimientos,
incendiar sus abrigadas mantas,
o taladrar sus mentes, lentamente, con mi lenguaje.
Aunque siempre elijo una lenta combinación de
menjunjes mortíferos y palabras aterrantes.

17.8.06

Asesina

Por Claudia Salomón

Al despertarme una mañana, tras un sueño intranquilo, me encontré convertida en una asesina. Me di cuenta porque tenía puestas esposas en las manos y algunas manchas de sangre en la ropa. Me dolía mucho la cabeza y estaba en un cuarto en penumbras, casi a oscuras. Recién cuando vino el guardiacárcel reaccioné y recordé todo. En realidad, yo no había planeado nada, pero fueron años de palizas, de gritos y de olor a vino. Fueron años de muerte en vida, de soledad, de dolor… y no aguanté más. Aquella noche, cuando me fui a acostar, llevé el revólver que él guardaba en la pieza del fondo, escondido entre unos cachivaches.. Lo puse debajo de la almohada y esperé, esperé contando los minutos hasta que él regresara, borracho, como todas las noches, en busca de su presa. Yo también me sentía como un animal al acecho. Por suerte se me ocurrió llevar a los chicos a la casa de mi hermana, si no … pobrecitos, hubieran visto todo. A eso de las doce y media llegó abriendo la puerta de una patada, como era su costumbre. Fue al baño y después entró en el dormitorio. Y allí estaba yo, parada al lado de la cama, con el revólver en la mano. Antes de que pudiera hacer nada, le apunté y le tiré. Fueron sólo dos tiros, para qué más, tampoco era cuestión de ensañarme, uno en el pecho y el otro en la cabeza, por las dudas, para no fallar. Después, nada más, me libré para siempre de él. Aunque a veces, algunas noches, en la celda, cuando me acuesto en el catre, me parece verlo a través de las rejas, como si viniera a abrazarme. Porque cuando no estaba borracho, era bueno y hasta cariñoso- le digo al abogado- que me vuelve a preguntar una y otra vez si lo volvería a hacer. Yo no le contesto, para qué, si ni siquiera yo lo sé, si lo único que hago todos los días, desde que estoy presa, es mirarme las manos y siento como si no fueran mías. Tal vez, porque no puedo convencerme de que con estas mismas manos que un día lo maté, tantos otros acaricié y abracé a mis cuatro hijos.

12.8.06

Murciélago

El muro del ciego se cayó.
Y lo encontramos en el fondo del lago espejo.
Entonces, todas las mañanas podríamos subir por la pequeña escalera para ver lo que había del otro lado.
Una mañana, el cura estaba arrodillado mirando el cielo.
Y vio ángeles que destruían el muro. Era algo celestial. Único. Un verdadero mega evento.
El párroco quedó maravillado e inspirado para escribir una poesía sobre este gran evento.
Del murciélago rondando la cuna.

Lo pensamos

Lo estamos pensando.